lunes, 26 de enero de 2015

Las inteligencias múltiples y las nuevas tecnologías

En primer lugar exponer el interés que siempre ha despertado en mí todo lo relacionado con las inteligencias múltiples, para entender las diferencias que se presentan entre unos individuos y otros, ya que no responden de la misma manera a un estímulo o emoción. Cada uno tenemos y desarrollamos percepciones diferentes, inquietudes, intereses ante lo que nos rodea y que en un mundo dominado por todo lo científico, por la competitividad y por llegar lo más alto posible, parece olvidarse.
Así es muchos momentos tienes la sensación de que el éxito tiene que estar directamente relacionado con hacer una carrera que “tenga salidas” y no hacer algo que te provoque felicidad y tranquilidad. Siempre les cuento lo mismo a mis alumnos cuando me preguntan mi decisión de ser profesora de Ciencias sociales, “chicos desde los ocho años tenía claro que esto es lo que quería hacer, me hicieron test como a todos mis compañeros y a mis padres les dijeron que podía estudiar cualquier cosa que me propusiera, siempre y cuando me gustaría y emocionara. No estudiéis algo que no os guste, o lo que os imponga la sociedad, escuchar consejos, pero dejaros guiar un poco por vuestros sentimientos y deseos, ya que estudiar una carrera a veces se hace difícil aunque te guste, y para trabajar en algo en lo que no estés feliz siempre tendrás tiempo”.
Recuerdo que yo era una alumna de la media, era consciente de que podía hacer más, pero si estudiando lo que estudiaba sacaba las asignaturas no tenía que esforzarme más. Eso sí, dedicaba mi tiempo libre a devorar libros sobre Arte del Renacimiento, sobre Miguel Ángel Bounarroti, sobre Historia, los episodios nacionales de Benito Pérez Galdos y soñaba con el día en el que pudiera ser profesora y transmitir mi pasión sólo a uno de mis alumnos. Fui aprendiendo por mí misma, consciente de que mucha gente pensaría que la Historia no me daría de comer, pero mis padres me apoyaron, sabiendo que sería muy difícil hacerme cambiar de opinión y porque a ellos también les interesaba sobre manera la Historia y querían que fuera feliz estudiando. Así hay que conocerse mucho a sí mismo, empezando a desarrollar la inteligencia interpersonal, para saber a los 8 años lo que querías estudiar y no cejar en el intento hasta lograrlo.
También en el instituto pude tomar conciencia del escaso interés que muchos profesores de matemáticas o física se tomaban por los que estábamos interesados por las letras, por la cultura, la Historia, el Arte, la Literatura, por escribir, ya que se presentaban como estudios inferiores. Es como si hubiera una guerra entre las letras y las ciencias, el que es inteligente y pasa los famosos test de coeficiente intelectual de manera brillante va para ciencias, el que no presenta habilidades para las matemáticas se va a letras. Y Es un pensamiento que no se ha perdido en nuestro tiempo, todos los años hay estudios sobre las carreras que dan más trabajo y a la cola de ellas siempre están las Filologías y la carrera de Historia.
Pero me estoy desviando del tema, volviendo a la conferencia entre Eduard Punset y Howard Gardner, es posible que el momento en el que nuestras inteligencias múltiples sean, por así decirlo, más libres, sea en nuestros primeros años de vida o casi hasta la llegada al Instituto, durante este tiempo, tenemos más libertad para desarrollar eso que nos gusta, véase bailar, cantar, dibujar, practicar algún deporte, imaginar, leer, o simplemente jugar. A medida que vamos creciendo esta libertad se va perdiendo, o esa es mi percepción, al entrar en juego ya los exámenes, los deberes, las notas, el ser mejor que el que tienes al lado.  De esta forma es como si la sensibilidad que presentamos en estos años se fuera diluyendo, o al menos en la mayor parte de los casos.
Cuando Howard Gardner presento su estudio sobre las inteligencias múltiples todo el mundo se puso en su contra, estaba convencido de que los jóvenes no eran tan parecidos como marcaba la genética y que tenían inteligencias múltiples que cada uno desarrollaba a su manera, y decidió hablar de “inteligencias” porque si lo hubiera hecho de sobre “talentos” no habría tenido ningún tipo de repercusión. Está convencido de que es posible una forma personalizada de educación en función de los intereses de los niños, pero quien parece no entenderlo son los ministros de Educación de la mayor parte de los países y buena parte de la sociedad.
Como establecía párrafos más atrás, y siguiendo a Gardner, si en la escuela o el instituto eres bueno en matemáticas o en lenguas es que has triunfado allí dentro, pero cuando sales al mundo real y no eres capaz de enfrentarte a una entrevista de trabajo, o eres incapaz de mantener relaciones normales con otras personas es que no has terminado de desarrollar tus inteligencias múltiples o que careces de algunas de ellas, aunque seas un genio matemático, informático o físico. El hombre completo, aunque sería difícil establecer qué nos podría convertir en una máquina perfecta, sería aquel que fuera capaz de dominar gran parte de las inteligencias múltiples, destacando en cada momento la habilidad requerida y necesaria. De alguna manera, como explica Gardner, nuestro cerebro estaría formado varios ordenadores, cada uno dedicado a una inteligencia y que se irían desarrollando a lo largo de la vida del ser humano y que nos convertirían en personas mucho mejores.
En occidente se le presta demasiada importancia a los test de inteligencia, que no tienen en cuenta el nivel de concentración que puede tener el alumno en el momento de su realización o las preguntas que se hacen, su estado anímico e incluso la edad a la que se realicen. Durante mucho tiempo se ha creído en la validez de este modelo, que si bien es cierto revoluciono la forma de concebir la inteligencia, si ese test arrojaba que no valías para hacer una carrera, pues nada, dejabas de luchar, de estudiar y te preparabas para ir a FP y estudiar algo de carácter más práctico. Quizás no se tuvo en cuenta que el cociente intelectual varía a lo largo de la vida, pero sobre todo entre los 12 y los 20 años es cuando más se puede desarrollar, si se hace una comparación de la zona motora y la zona verbal y del tamaño del córtex  varía a lo largo de la vida. Es necesario seguir estudiando y desarrollando el cerebro para aumentar la capacidad y no olvidar, si dejamos de hacerlo nos convertiríamos en personas disfuncionales.
A partir de aquí se desarrolla la teoría de Gardner por la que no hay que enseñar las cosas de la misma manera porque cada niño es un universo diferente, además al intervenir las nuevas tecnologías y sus diversos medios tecnológicos como tablets, ordenadores, se individualiza el aprendizaje. Para él la formación personalizada es posible por la revolución digital, aunque sólo estamos en el principio y quien no parece entenderlo son los ministros de educación. Si se quiere aprender algo, no todos tienen que aprenderlo de la misma manera, y el maestro aparece como guía, para preguntar cómo aprenden de manera más cómoda, descubrir sus pasiones, intereses….aunque se trata de un ideal.
Y se trata de un ideal porque los centros educativos no están preparados para estos cambios, porque no todos los niños tienen a su disposición los medios tecnológicos requeridos, porque el profesorado, en muchos casos está más preocupado de terminar un temario basado en una Programación General Anual carente de interés por las invidualidades del alumnado y que es imposible llevar a cabo, que por aprender nuevas formas de llegar a sus alumnos, no son conscientes de que cada niño es un mundo y que nosotros tenemos que implicarnos directamente en ese proceso. Aunque en la época de crisis que vivimos entre los despidos de interinos, el aumento de las ratio en las aulas, tener más de 130 alumnos a tu cargo y con la presión de estar a la misma altura de temario que el resto de compañeros, hace que se olvide un poco todo esto.
En mi caso he acudido a unas cuantas reuniones de departamento en las que he escuchado que iba más retrasada que el resto, pero yo intento que mis alumnos participen, no me importa que me interrumpan y que digan que lo que les cuento no es igual que lo que han visto en internet, tenemos que enseñar a los niños a tener un espíritu crítico, a preocuparnos por sus intereses, a dejar que en los exámenes se expresen con sus palabras y no suelten todo lo que han estudiado por medio de la memoria. Pero seamos relistas es complicado llevarlo a cabo con un profesorado que está más preocupado por seguir trabajando, por mantener su estatus y con centros que no están preparados para introducir toda la tecnología necesaria. Es posible que a muchos padres les pareciera mejor comprar una Tablet a sus hijos o un iPad y que los libros se hicieran más en formato digital, a la larga ahorrarían más que ahora mismo, pero no se puede llevar a cabo si las líneas de internet de los centros educativos españoles siguen siendo obsoletos y apenas te permiten ver un video en YouTube.
Con esto no quiero decir que todos mis compañeros estén poco receptivos a los cambios, pero que es difícil poder llevarlo a cabo, en más igual que se expone que cada niño es diferente, también lo es cada profesor. Es evidente que yo no doy clase igual que mis compañeros, que prefiero explicar las cosas con un vocabulario sencillo que ellos entiendan, que mis exámenes están corregidos de forma generosa, he podido demostrar que si a un alumno que confía poco en sus posibilidades y que nunca ha sacado un 7, le pones esa nota (también porque se la merezca, no se la vas a regalar), estará mucho más motivado para el resto de asignaturas, también con el apoyo constante que el profesor pueda aportarle. Yo hablo con mis alumnos todo lo que me permite el tiempo, con los de mi tutoría y con el resto, de sus problemas cotidianos, de sus cosas y también haciéndoles ver que yo soy como ellos.
Me explico mejor, como también dice Gardner y termina de remarcando el cantante de Maldita Nerea, las emociones son esenciales y si te ganas el corazón de tus alumnos porque ven que estás interesada en lo que les preocupa, habrás ganado una fidelidad absoluta hacia ti, que hará que te tengan más respeto, que se cree un vínculo de solidaridad entre el grupo y que todo sea más sencillo. Sin emociones no seríamos capaces de desarrollarnos, ni de entender a los demás, y si no las tenemos no estaríamos completos. La realidad es que las emociones están lejos de los centros de estudio, que se preocupan más por cifras de aprobados, de suspensos, porque su número de expulsiones y partes no sea elevado, pero quizás muchos conflictos se podrían resolver hablando, creando grupos de conciliación (que ya se llevan a cabo en muchos institutos, pero que no se conviertan en un mero trámite para evitar una expulsión).
Aquí es donde entran las “competencias”, ese gran fantasma que aparece en todas las leyes educativas, en resoluciones del Parlamento y Consejo Europeo y que en muchos casos se convierten en algo que aportas a la Programación pero de que la que no se habla muchas veces o no llegas a cumplir. En cierto modo en teoría parece más complicado hablar de competencias sociales y cívicas en la clase de Matemáticas que en una de Sociales y Filosofía, pero muchas de ellas se deberían llevar a cabo a diario, cuando un alumno empuja a otro, cuando se faltan el respeto, cuando una niña te dice que su novio la quiere más cuando la controla el móvil. Pero parece más fácil añadirlo a una programación y que termine convirtiéndose en algo teórico que no puede ser llevado a la práctica.
No es que no confíe en la competencias, ni crea que no hay que desarrollarlas, pero mi experiencia como profesora me dice que en muchos casos ni se intenta o en la hora de tutoría se les explica un par de cosas sobre tal o cual competencia, o se les aburre con test sobre sus gustos, intereses, formas de estudio, sin pensar que cinco minutos hablando con cada uno de ellos, nos puede ser más útil que millones de test. Las competencias son necesarias, siendo tarea de cada profesor llevarlas a cabo en el día a día en su aula, yo he aprendido también mucho de mis alumnos, intentando que algunas de las competencias que se tienen que desarrollar, terminen entendiéndolas ellos. Por ejemplo, pidiendo con educación que lean, dando las gracias cada vez que terminan de hablar, intervenir o leer, y devolviéndolas si te las dan cuando les das un examen, intentando no eludir el momento en el que quieran darte un abrazo (eso sí, teniendo en cuenta que el abrazo que puedes otorgarle a un adolescente tiene que ser hecho con mucho cuidado), o mostrarte amable o entrar con una sonrisa en clase. La clave del descontento de los alumnos y de su desmotivación quizás no esté en convertirnos en bufones para que se entretengan, sino entender y comprender sus inquietudes, sus miedos, y hacerles ver que tú también eres humano, que tienes tus días buenos, malos y convivir con ello e irse conociendo poco a poco y creando vínculos.
En muchos casos creemos que la introducción total de las tecnologías será la solución a los problemas actuales de abandono y fracaso escolar, y aunque estoy convencida de que tienen que formar parte del proceso de aprendizaje de los niños, no deberíamos deshumanizar más de lo que ya están las aulas, con tanta tecnología.

Así, la tarea del profesor debe ser muy variada, aportar a los alumnos las pautas para que desarrollen sus habilidades e inteligencias, también enseñarles aspectos esenciales que deben dominar, pero debemos encaminar nuestro trabajo a potenciar esas maravillosas diferencias que tiene cada alumno y a entender que debemos ser, al menos un poco, guías de su conocimiento. Pero creo que nuestro papel como acompañantes en este desarrollo de las inteligencias múltiples resulta más complicado de lo debido, en la escuela y en el instituto, en muchos casos, los intereses de los alumnos distan mucho de querer desarrollar sus inteligencias múltiples, están más preocupados por las novedades de Twitter, por su WhatsApp o por ser populares, aunque deberíamos guiar estos intereses hacia algo que les aportara más.